¿Qué papel juega la interculturalidad en el aula de ELE? - LAE Formacion
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¿Qué papel juega la interculturalidad en el aula de ELE?

¿Qué papel juega la interculturalidad en el aula de ELE?

Todo aprendiente de una lengua extranjera debe enfrentarse a situaciones desconocidas, como salir continuamente de su “zona de confort” y relacionarse con otros hablantes, nativos o no nativos. Todo esto nos expone a situaciones que pueden dañar nuestro autoconcepto, bien porque no pronunciemos bien y los interlocutores no nos comprendan, porque hagamos una broma que no entienden los demás, o bien porque simplemente al presentarnos nos lancemos a dar dos besos por el lado incorrecto (y esto lo digo por mi experiencia en el sur de Francia, allí empiezan por la derecha de cada uno).
Un mecanismo de autodefensa natural es desmerecer aquello que nos resulta difícil, nos convencemos de que “lo otro” es una tontería, es raro y no tiene sentido hacerlo así. Si llevamos esta frustración al aula puede suponer un problema en la motivación de los estudiantes, es por eso que el profesor juega un papel de bisagra entre los estudiantes y la cultura española.

Retirar los prejuicios del aula

No percibimos la cultura de la L2 de una forma aséptica, sino a través del prisma que conforma nuestra propia cultura por lo que queramos o no, vamos a realizar juicios sobre lo que vemos. “Hay que ver lo vagos que son los españoles, ¡qué cantidad de fiestas tienen!” o “¡qué sosos son los alemanes!”. Seguramente si hablamos con un caribeño dirá que los españoles estamos muy estresados y siempre que miramos el reloj salimos corriendo, mientras que para un japonés seremos una cultura que adora el contacto, algo que para él puede ser muy censurable.
Vemos que estos prejuicios son tan solo una cuestión de percepción individual y su concepto de “español” estará condicionado por su propia forma de vernos. Esta idea es completamente extrapolable a cualquier cultura, por lo que tenemos que hacer un ejercicio de objetividad y retener estos pensamientos etnocéntricos que resultan inútiles para aprender un idioma y para convivir en una sociedad cada vez más globalizada.

En realidad, ¿qué significa aprender una lengua?

A la hora de interactuar con nativos ¿es suficiente con controlar perfectamente el idioma? Hace ya muchos años que este planteamiento está superado. El Plan Curricular del Instituto Cervantes concibe al estudiante de una lengua como un todo holístico, por lo que podemos decir que el aprendiente debe tener una serie de conocimientos extralingüísticos, por ejemplo, ¿cómo debe moverse un hablante en esa situación? ¿Sobre qué asuntos no se debe preguntar directamente? ¿Qué debo hacer si me da un regalo un español? ¿Y cuando los recibo en mi casa? Todos estos aspectos culturales, que pueden parecer raros, deben ser manejados por ambos interlocutores para evitar malentendidos.
Juzgar lo anterior como positivo o negativo es un tanto arrogante por parte del “juez”. Resultará básico que en nuestras sesiones demos a los estudiantes las herramientas para que puedan interpretar la cultura española para que no se vean indefensos, y que fomentemos el respeto por todas las culturas sin entrar en este tipo de valoraciones; es tan sencillo como aceptar cada cultura como un conjunto de creencias y tradiciones diferentes a las propias. Esto es lo que conocemos como competencia intercultural. El PCIC dedica tres capítulos a la cultura: 10- Referencias culturales. 11- Saberes y comportamientos socioculturales y 12- Habilidades y actitudes interculturales; de esto se desprende una notable preocupación en desarrollar esta competencia en los alumnos.
Es evidente que si queremos que nuestros estudiantes lleguen a ser agentes sociales autónomos debemos transmitirles conocimientos culturales. Pero claro, ahora viene otra buena pregunta.

¿Qué es la cultura?

En muchas clases tenemos la preferencia de tratar la cultura desde una doble óptica: la tradicional, es decir, las obras artísticas tanto plásticas como literarias y musicales, o la gastronomía. Todo eso es cultura, estamos de acuerdo, pero estamos olvidando aspectos clave de la cultura. Lourdes Miquel y Neus Sans (2004) escribieron su ya famoso artículo “El componente cultural: un ingrediente más en las clases de lengua”, en el que nos hablan de la Cultura (así, con mayúscula), la cultura (a secas) y la “kultura” (con k). ¿A qué se refieren con cada una de ellas?
La primera es la referida al conjunto artístico, por ejemplo: El Quijote, Frida Kahlo, Las Meninas, García Márquez, La Casa Rosada, etc.; la segunda es aquello “no dicho”, es decir, todo lo que entre nativos no es necesario explicar, por ejemplo, los chistes o estereotipos regionales (los catalanes son tacaños, los gallegos son tontos, etc.), enseñar tu casa cuando recibes invitados, u opinar favorablemente cuando te enseñan la foto de un hijo y decir que se parece a uno de los padres. La última, la “kultura”, es aquella que escapa a la norma general y que no es controlada por todos los hablantes; podríamos estar hablando de la cambiante jerga de los adolescentes, la forma de hablar de las clases altas o de los sectores marginales.
Siendo realistas, ¿cuántas veces en su vida un estudiante va a tener que hablar sobre el argumento de “La Regenta” con un nativo, y cuántas veces va a escuchar chistes regionales? No digo que no haya que hablar de literatura, pero sí que tenemos que atender de forma más equilibrada a los diferentes tipos de “cultura”. Primar demasiado una sobre las otras puede hacer que nuestros alumnos tengan unas limitaciones que no les permitan llegar a ser actores sociales plenamente integrados.

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