01 Feb La enseñanza de ELE para sinohablantes. Una aproximación cultural.
La semana pasada vino a LAE Madrid Arancha Pastor, profesora del Centro Complutense para la enseñanza de español de la UCM, para hacer un pequeño taller formativosobre la enseñanza de ELE para sinohablantes con nuestro equipo docente. Las expectativas estaban altas pero tengo que decir que fueron superadas con creces. A continuación os expondré algunas conclusiones que saqué gracias a la visita de Arancha.
Para llevar a cabo una sesión didáctica con ciertas garantías para el alumnado sinohablante (esto implica tanto a los estudiantes de la China continental como a los de Hong Kong y Taiwan) tendremos que tener en cuenta diferentes factores. En esta entrada al blog de LAE Formación me gustaría centrarme en: las diferencias culturales tanto en el ámbito académico como en la interacción social y el momento vital en el que se encuentran los estudiantes.
En China hay una población de casi 1.400 millones de personas, por lo que nos encontraremos con todo tipo de alumnos. Asimismo, aunque la lengua más extendida es el chino mandarín, hay multitud de dialectos (wu, min, cantonés, hakka…) por lo que no debemos caer en generalizaciones vagas y pensar que todos van a tener las mismas dificultades, habrá un grueso común pero tendremos que atender a estas diferencias.
El Lejano Oriente es lejano por la distancia geográfica pero también por la cultural. Gestionar esto en el aula se convierte en un obstáculo que debemos salvar. Aclaremos que en el caso de Arancha sus grupos eran monolingües, lo que tiene sus aspectos positivos y negativos, como con cualquier grupo monolingüe, no los analizaré ahora por no ser el tema del que hablo. Es significativa la diferencia del sistema educativo, pero centrándonos en el ámbito de la enseñanza de ELE, hay una cosa que debemos vigilar: la relación entre el profesor y los estudiantes. Como docentes de español estamos acostumbrados a ser muy cercanos, promover una actitud activa con los estudiantes y generar un diálogo entre ellos y nosotros. En este punto es conveniente tener en cuenta que la tradición educativa china es de respeto máximo al profesor e interrumpirle se considera una grave falta de respeto, así esta tipología de estudiante no nos realizará preguntas durante la sesión, seguramente esperará al término de la misma para acercarse respetuosamente a nosotros y trasladarnos sus dudas. En este momento el profesor resolverá todas las dudas, sin pensar en el tiempo que está invirtiendo en ello puesto que, en su cultura, el docente está disponible veinticuatro horas al día para este tipo de intervenciones. También es conveniente decir que, si bien podemos ser cercanos, debemos mantener la jerarquía en la clase para no perder su respeto, con eso no estoy hablando de imposiciones, gritos y mano dura, solo digo que hay que mantener firme el timón del barco.
En nuestra cabeza, China es un país que se ha modernizado muy rápidamente y por eso damos por sentado que usar redes sociales y ciertas herramientas digitales va a funcionar genial con este tipo de alumnado. Este es un ejemplo claro de etnocentrismo ya que, por supuesto que usan redes sociales, pero no las mismas que nosotros. Démosle la vuelta, ¿cómo nos sentiríamos nosotros si estuviéramos en una clase para aprender chino y el profesor nos dijera que vamos a trabajar con RenRen? Ya no es que no tengamos cuenta, es que no sabemos ni lo que es.
¿Quién no ha escuchado eso de que a los estudiantes chinos les gusta mucho repetir para memorizar? Esta idea sí que tiene algo de verdad. En su sistema educativo la repetición está muy presente lo que no quiere decir que tengamos que hacerlo siempre así ni que las actividades de repetición tengan que ser al estilo asiático. No. Podemos usar la repetición en sus múltiples variantes y mezclarla con elementos lúdicos. Nutrámonos de su cultura para hacerles llegar la nuestra de la mano de la lengua, y ¿qué mejor actividad para eso que el karaoke? Es una actividad muy contrastada en clases con este colectivo de estudiantes, y a la vez, es una herramienta fantástica para trabajar con diferentes competencias: fónica, cultural y ortográfica.
Al mismo tiempo pensamos que su carácter es predominantemente tímido y aquí tenemos que matizar. Puede parecer tímido porque no tome la iniciativa en las interacciones orales pero eso no es necesariamente debido a la timidez, pensemos en todas las trasposiciones mentales que tiene que hacer para ordenar su discurso y las interferencias de su lengua materna que tiene que filtrar. Este proceso mental le llevará más tiempo por lo que una virtud que tenemos que desarrollar es la de la paciencia. También funcionarán muy bien las actividades de expresión oral en las que les dejemos un tiempo para que se organicen antes de hablar. No obstante, su timidez desaparece cuando hablamos de ciertos temas que para nuestra cultura de tradición judeo-cristiana suponen mayor grado de sonrojo.
Otro punto a subrayar en este bloque de diferencias educativas es la creencia de que a los estudiantes chinos no les gusta jugar en clase. Será importante hacerles ver que el juego tiene una finalidad y está muy relacionado con el objetivo de la clase. Entender la rentabilidad de las actividades lúdicas (“juegos serios”) será vital para conseguir su participación y atención. Tenemos que partir de su base cultural que es la del esfuerzo, así, para obtener resultados en la vida deberé esforzarme y si no lo hago no conseguiré nada que valga la pena. Si trasladamos esta idea al aula comprendemos mejor el porqué de esta actitud.
Esta última idea enlaza con el momento vital en el que se encuentra la mayoría de los estudiantes chinos que llegan a España (muchos de ellos a Madrid). Es un estado de desahogo, de cierta relajación ya que están empezando la universidad, algo que nos parece contradictorio desde nuestro punto de vista europeo. Algo que repetía Arancha en la formación que nos impartió es que estamos muy condicionados por nuestra propia concepción del mundo, tenemos una visión en determinados momentos demasiado etnocéntrica. Para ellos, el momento de mayor estrés y exigencia académica no es la universidad, sino la Gao Kao, que es el equivalente a la selectividad en su país. El grado de presión es enorme, de hecho, si no pasas el examen, es considerado una vergüenza para la familia. Imaginarnos cómo deber soportar esa situación con la edad que tienen esos chicos está lejos de nuestro alcance.
Así, cuando llegan aquí tienen la sensación de haber completado una ultramaratón lo que unido a que su L1 es muy diferente, les lleva a una primera etapa de aprendizaje lenta. Poco a poco van integrando la lengua y la cultura y comienzan a progresar a mejor ritmo, pero, démosle la vuela una vez más ¿cómo aprendería yo chino? Si nos vamos a especializar en ELE para sinohablantes sería una experiencia muy valiosa apuntarnos a un curso de iniciación, de esta manera empatizaríamos con las emociones de su proceso de aprendizaje.
En vista de todas las diferencias culturales ¿cómo tendríamos que abordar este tema para terminar salvando estas barreras? Esta misma pregunta se la realicé a Arancha Pastor y su respuesta fue muy clara: debemos encontrar un punto medio en el que nos encontremos, ni llevar a la clase solo temas relacionados con el mundo hispano u occidental, ni convertirnos en expertos de la cultura china. Habrá que encontrar espacios para que ambas culturas interaccionen y se conozcan en un plano de intercambio y enriquecimiento mutuo.
Para ser justos tenemos que añadir varias cosas que aportan estos estudiantes a las clases, esos aspectos positivos que no deben quedar en el tintero. Con estos alumnos podemos aprovechar su capacidad memorística para hacer muchísimas actividades, lo que unido a su competitividad (bien entendida y orientada) puede generar muy buen ambiente en la clase llenándolas de motivación.
Su respeto por el profesor y la cercanía que mostramos puede llevar a situaciones muy emotivas dado el vínculo que podemos llegar a establecer con ellos. Su agradecimiento por todo lo aprendido y la ayuda aportada los lleva a hacernos unos regalos a veces muy personales (posters, manualidades… no hablamos necesariamente de regalos comprados).
Suelen ser trabajadores y cuando ven sus progresos quedan muy gratificados, lo que a su vez nos produce el mismo efecto a nosotros.
Hay muchísimas más cosas de las que estuvimos hablando con Arancha, ¿cómo influye su L1 en el aprendizaje de la pronunciación? ¿Cuáles son los errores típicos y qué actividades podemos llevar al aula para ayudarles a mejorar su pronunciación? ¿Cómo podemos hacerles hablar por los codos? ¿Cómo interactúan en situaciones comunicativas reales y cuáles son las impresiones de sus interlocutores? ¿Cómo y qué léxico aprenden? ¿Cómo focalizar sus esfuerzos en aprender un vocabulario lo más rentable posible? Intentar atajar todas estas preguntas en este humilde post excede los objetivos del mismo. Son temas apasionantes que requieren ser tratados con cierta profundidad.
Para terminar os digo que habríamos estado mucho más tiempo hablando con Arancha, fue un auténtico placer. Os invito a que participéis en algún taller sobre docencia para sinohablantes, es muy útil aprender unas nociones de cómo trabajar con este colectivo tan especial.
¿Qué otras preguntas tienes sobre cómo hacer tus clases con sinohablantes? ¿Tienes alguna experiencia que quieras compartir con nosotros? ¿Se te ocurren otros aspectos positivos sobre estos estudiantes? ¿Cómo gestionarías a un estudiante sinohablante en una clase multilingüe?