10 May Mis primeras clases: crear una buena comunidad de aula
A pesar de haber enseñado durante años, todavía me siento nervioso antes de comenzar mis clases con un nuevo grupo. Los grupos de estudiantes tienen algo en común con las zapatillas deportivas: las viejas son cómodas y las nuevas se sienten extrañas. Las zapatillas viejas son cómodas porque te provocan sensaciones predecibles y sabes que no te vas a llevar ninguna sorpresa desagradable. Del mismo modo, los grupos a los que ya has dado clase durante un tiempo se comportan de la misma forma. Hay una cultura o comunidad de aula que se ha desarrollado y todos conocen su papel en esa comunidad.
Últimamente he escuchado una interesante definición del término “cultura”: “la forma en la que hacemos las cosas por aquí”. Pienso que es un resumen genial. La cultura de aula implica una serie de suposiciones tácitas y, a menudo, inconscientes sobre cómo se comporta cada uno de los integrantes del grupo en sus interacciones: ¿dónde se sitúa cada individuo? ¿Quién y cuándo va a hablar? ¿Qué tipos de comportamiento se aprecian, toleran o censuran?
Hay ciertas culturas de aula que son más propicias para el aprendizaje, y hay otras que no. Las que pienso que funcionan son aquellas en las que el profesor y los alumnos han trabajado juntos para crearla, partiendo de una visión general y razonada de lo que se quería conseguir.
Aquí podéis ver una serie de cuestiones que creo que influyen a la hora de crear una buena comunidad de aula. Todo ello dependerá de la situación, las culturas presentes en la clase, además de otros factores externos que, simplemente, no podemos controlar.
Relación profesor-alumno
Lo primero que debemos tener en cuenta es cómo se perciben los agentes sociales dentro de la clase. ¿Hay diferencias entre el docente y los estudiantes en términos de edad, vestimenta, sexo, estatus, etc.? ¿Y entre los estudiantes? ¿Cuál es el punto de vista del docente y de los estudiantes sobre las respectivas responsabilidades y funciones? ¿Los estudiantes ya se conocen de antes? ¿Se va a poder utilizar la L1 de todos/algunos estudiantes en el aula? ¿Quién y para qué la podrá utilizar?
El aula como espacio de aprendizaje
A continuación, tendremos que plantearnos una serie de preguntas sobre el aula en el que trabajaremos. ¿Siempre será la misma? ¿Tiene el tamaño adecuado? ¿Es un sitio atractivo desde el punto de vista estético? ¿Es un terreno controlado por los estudiantes (por ejemplo, en su empresa), un lugar desconocido para ellos (por ejemplo, una escuela de idiomas privada durante los primeros días) o un terreno compartido (por ejemplo, la universidad)? ¿Queremos utilizar herramientas digitales, como redes sociales, como una extensión del aula?
Del mismo modo, también tendremos que reflexionar sobre dónde se sitúan los miembros del grupo dentro del aula. ¿Dónde se sientan los estudiantes? ¿Eligen su lugar o viene marcado por el profesor o la actividad? ¿La clase se organiza en filas o en círculo? ¿Las mesas y sillas son móviles o están ancladas al suelo? ¿Los estudiantes cambian de lugar durante la lección? ¿El profesor está de pie o sentado? ¿En qué momento se levanta?
Asistencia y Puntualidad
La asistencia y la puntualidad a nuestras clases son también asuntos que merece la pena acordar con los estudiantes. ¿Se espera que asistan a todas las clases? Si no es así, ¿hay alguna forma de ponerse al día con lo que se han perdido? ¿Qué ocurre si los estudiantes llegan tarde?
Turnos de palabra, interrupciones y atención
Es importante también establecer normas y acuerdos en relación a la atención de los estudiantes. ¿Animamos a los estudiantes a interrumpir al docente o sus compañeros cuando tienen una pregunta? ¿Qué haremos si las preguntas se desvían de nuestro plan de clase? ¿Cómo comprobaremos que las respuestas a las preguntas han sido satisfactorias para nuestros estudiantes. ¿Permitiremos que los estudiantes se levanten, hablen o incluso miren su teléfono móvil durante la lección? Desde aquí os animamos a que experimentéis y veáis cuánto podéis aprovechar del potencial pedagógico que tienen los smartphones hoy en día.
El ritmo de la lección
Por último, creemos conveniente llegar a acuerdos sobre el ritmo de la lección con nuestros estudiantes. ¿Seguiremos un ritmo rápido, o más pausado? ¿Cómo afecta este ritmo al grupo en su conjunto y a los estudiantes de forma individual, de acuerdo con su personalidad, estilo de aprendizaje, etc.? ¿El ritmo se corresponde con la hora del día, los objetivos, etc.? ¿Han manifestado los estudiantes su preferencia por un ritmo específico?
Las respuestas que tengas para estas preguntas afectarán en mayor o menor grado a la comunidad o cultura de tus clases y, en última instancia, facilitarán o dificultarán la consecución del objetivo de la lección y del curso.
Sea cual sea el tipo de comunidad de aula que quieres conseguir, te recomendamos que te hagas estas preguntas desde el principio y, tanto como sea posible, acuerdes con tus estudiantes todo lo relativo a la comunidad de clase. Al fin y al cabo, ellos – y su aprendizaje – son la parte más importante de nuestro trabajo.
Si quieres ver más consejos para tu clase, en uno de nuestros posts hemos hablado sobre 5 trucos para hacer que tus estudiantes hablen.